Si se tratase de algo
fácil, no tendríamos que repetirlo, publicarlo, comentarlo; simplemente estaría
integrado en nuestro sistema de conciencia y motricidad, así cómo conducir una
bicicleta una vez aprendido. Más sencillo que ser sinceros, más sencillo que
amar, pero mucho más difícil de practicar.
Al subir a un automóvil
suele suceder algo muy extraño: nos acoplamos a su carrocería (o viceversa) y
nuestro ego se convierte en una especia de tanque armado. Cuando apenas alguien
se nos cruza por el camino, sacamos las municiones y nos aprestamos a disparar.
Por eso un día decidí hacer de mi bicicleta el mejor medio de transporte. Es
ecológico y un excelente ejercicio pero sobre todo me mantiene conectado al
resto del mundo. Cuando me toca conducir carro ciertamente me desconozco, me
sale el diablo y no le aguanto peros a nadie.
Cuando escuchamos los
argumentos presentados acerca del comportamiento de x o y persona, quienes lo
profieren lo hacen generalmente desde su propio punto de vista y pocas veces
reflexionan acerca del motivo oculto o no que puede haber detrás de ello. Todos
actuamos por necesidad, ya sea abiertamente expuesta o subconsciente y en ello
se encuentra siempre la falta de entendimiento de la que todos somos presa. No nos
conocemos y menos aún en estos días, tenemos tiempo para hacerlo.
En el diario vivir caemos
presa de las presiones a las que nos exponen el trabajo, la vida familiar (los gastos
principalmente) y las relaciones “difíciles” con los demás. Convivimos con
ellos como algo natural, hemos sido condicionados a actuar según ciertas reglas
y parámetros provocando nuestro propio apartheid
– nos hemos separado de nuestra naturaleza colectiva fijándonos en el yo cada
vez más. Esperamos que los demás reaccionen según nuestros propios
condicionamientos y cuando alguien sale del margen es apuntado y apartado. En el
peor de los casos llegamos a creer que las demás personas están a nuestro
servicio y que por lo tanto tenemos derecho a exigir o demandar según nuestra
condición de poder.
No nos preocupamos por
escuchar o descubrir el motivo oculto. Ese motivo oculto está ahí, siempre
presente, nos golpea en la cara y no lo reconocemos. ¿Cuántas vidas más
tendremos que desperdiciar? NO SOMOS SERES SEPARADOS DE LA NATURALEZA !!! Dios (sea
el tuyo o el mío) nos ha entregado un mundo perfecto, si tan solo lo llegásemos
a entender. Una vez que nos demos cuenta, el camino a la humildad será mucho más
claro, la vida más completa y el mundo un lugar más feliz. El camino de la
humildad es aquel en el cuál nosotros estamos al servicio de los demás, es ahí
en donde descubriremos el verdadero amor.
Todos somos parte de éste
mundo, de la realidad que vivimos. Todos juntos podemos convertirla en una
pesadilla o en el sueño más sublime. Hoy lo llevamos por medio de la ignorancia
hacia los más oscuros rincones del Hades. ¿Hasta donde podríamos
llevarlo si todos fuésemos conscientes de nuestro poder?