domingo, 25 de septiembre de 2011

El Miedo

¿Cuantas veces hemos dejado de hacer algo por sentir que es en vano?



¿Cuantas otras nos hemos resignado a aceptar el rechazo, dado media vuelta y dejamos fluir el sentimiento del fracaso?



¿Es más, cuantas veces hemos dejado algo a medio camino pensando o incluso dejándonos llevar por las sugerencias de otros (quienes probablemente fracasaron en muchas otras áreas de sus vidas)?





A mí, cantidad de veces. Es más, con una carrera tan difícil como la que escogí para realizar mis sueños, el cine, me pasó en innumerables ocasiones y al primer portazo dejaba que mis sentimientos de fracaso me inundasen. Todo esto por miedo, todo esto por proteger mi “orgullo” propio y por no querer sentir que los demás me viesen como un fracaso. Triste tener que pasar por eso, pero gracias a Dios que he encontrado nuevas fuerzas y puedo decir que nunca me rendiré porque ahora sé que está en mi poder.

Lo primero es destrozar nuestro orgullo, una palabra tan ridícula como su significado. A través de él nos identificamos con una idea elaborada de quienes somos. Nos montamos una película en la cual definimos el personaje que seremos en el rol de nuestras vidas y así navegamos tranquilamente en el mar de una seguridad sin fondo real. Claro, hay personas a las cuales les resulta y llevan su vida de maravillas, pero tengo serias dudas de hasta qué punto puedan ser felices alejándose cada vez más de lo real, del ser espiritual que todos llevamos dentro.




No es mi afán el criticar, ellos no tienen la culpa de haber crecido en una sociedad que lo que busca es justamente ése objetivo, automatizarnos hacia la “programación perfecta” al que han arribado quiénes por siempre han tenido las riendas del poder. Mientras más formemos parte de la maquinita, mientras más compremos lo que nos venden y así nos sintamos los representantes ideales de un status quo, más dinero hacen y más poder obtienen. Este es asunto de otro tema y para larga discusión.



En verdad mi misión en este caso es el de ayudarnos a superar aquellos miedos de los cuales hablábamos al inicio. No es fácil combatir la depresión causada por la falsa imagen que podríamos montarnos acerca de nosotros mismos. No es fácil, pero a la vez es muy sencillo, es poder vernos frente a frente con el espejo, darnos cuenta que en verdad esa persona que creemos que somos es tan compleja, tan llena de cualidades que descubrir que nos sorprenderemos el día en que lo hagamos.




Somos el centro de nuestro propio universo, tenemos el poder de crear nuestro propio mundo pero solo lo haremos cuando dejemos aquellos miedos atrás. Dios vive dentro de nosotros, una verdad que ha sido escondida por siglos por aquellos personajes en el poder, la iglesia, los políticos y los ocultos círculos de poder. Dios no es un padre castigador como han querido que creamos siempre. El pecado contra él no existe, el único pecado que cometemos es contra nosotros mismos al querer engañar nuestros sentimientos más puros y dejarnos llevar no por lo que tenemos dentro sino por lo que recibimos de afuera.



Son nuestros sentimientos justamente la única verdad que existe y la más solida forma de comunicación que tenemos con Él. Pero cuidado, es peligroso cuando creemos que ellos son los que vienen cuando son producidos por nuestra mente. Siempre debemos de tomar en cuenta el hecho de que todo aquello que nuestra mente piense como una realidad, o como una posibilidad es algo que no existe. El peligro está en que si nos dejamos llevar por ello lo convertiremos en realidad.


En nuestros sentimientos se encuentra la única verdad de la vida, que todos somos parte de Dios y que él cómo nuestro creador lo único que quiere es que vivamos la vida que nosotros mismos queramos vivir. Depende de nosotros, si nos dejamos llevar por el miedo siempre viviremos nuestro mundo oscuro, si abrimos paso al amor y a la libertad, hasta el más hermosos euño será posible. Todo queda bajo nuestro libre albedrío. ¿Tú, cómo lo quieres usar?












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